viernes, 11 de junio de 2010

Y pasarán los días.

Jamás lo había pensado, no por lo menos de ese modo. ¿Pasar toda una vida con alguien?¿Con la misma persona? No, definitivamente no lo había pensado. Pero...y si por la más remota casualidad, ahora fuese el momento? Buf, demasiado difícil. No puedo, no puedo decirlo así, de un día para otro. Analizo, y sigo analizando. Vale, le quiero, le quiero más que a nadie, más que a todos los chicos que he querido, más que a toda esa gente a la que quiero junta multiplicada por mil, mucho más. Pero, y si sólo es mi impresión? Dejarlo todo por el..suena tan nuestro, tan de dos. Aún así, pienso, pienso que cuando me toca me siento otra persona, que aún después de dos años sigo sintiendo esa sensación al verle, esas ganas de abrazarlo eternamente, y quedarme así, en sus brazos, que me jugaría cuatrocientas vidas enteras por ver otro amanecer más a su lado, o que daría mi vida por ver como ronca ligeramente, como se le levanta la ceja izquierda cinco milímetros al ponerse serio, como le salen dos oyuelos al reírse, como tiene el pelo al levantarse, todo alborotado, o cuando sale de la ducha, con esa toalla blanco marfil que nos regalo mi madre por navidad después de miles de regalos más. Pero lo que más admiro, lo que más me gusta, es esa forma especial de quererme. De preguntarme si tengo frío cuando hace 28 grados fuera, cuando me trae tortitas con nata a la cama los sábados a las doce, cuando me dice que vayamos a dar una vuelta y me lleva a cenar a un descampado con mil y una velas, y después sin más, me hace el amor y me susurra que me quiere, cuando me lleva al cine y pide palomitas para dos, o simplemente, cuando me dice: Quiero pasar el resto de mi vida a tú lado.