- Esa mañana ella estaba radiante. Tan pronto levantarse, se sentía guapa. Pensó, que tal vez el destino la había puesto así por algo, nada pasa por pasar, y mucho menos nada ocurre sin motivo. Se levantó, se dió un baño de sales colorados y se puso su mejor falda, y sus complementos a la perfección. Se pintó, porsupuesto, con su barra de pintalabios rojo, y sus ojos verdes alcanzaron otra tonalidad.
Destacaba.
Salió a la calle con su mejor sonrisa, algunos hombres se giraban cuando ella pasaba, y sin más, se ruborizaba, salientándole sus pómulos rosados combinadamente con su boca. Por una vez, ella se sentía, la princesa de su mundo, y, todos, sin excepción, seamos más o menos mejor personas que otras, merécemos ser los reyes de nuestro propio mundo, y si es posible, de nuestro alrededor.